Sí, estuvimos. El sábado 9 de junio de este año se celebró en Madrid el Primer Desayuno Nacional de Oración.
La idea, aunque importada y un poco extraña a nuestras costumbres, tenía buena voluntad. Se trataba de hacernos visibles, de reunir a todos los líderes o a la mayor parte del liderazgo evangélico en un desayuno con nuestros representantes políticos para tener unas oraciones con ellos y por ellos. Hasta ahí, bien; sólo había un problema: no estamos en Estados Unidos. Aquí en España, lo que se lleva es que la Iglesia bendiga lo que ya ha hecho el gobierno, no que ore por ellos.
En resumidas cuentas, os podéis imaginar que ningún político acudió. Ellos se lo perdieron; bueno, fue uno, al que todos considerábamos amigo, el antiguo director general de Asuntos Religiosos y luego subdirector general de Relaciones con las Confesiones, José María Contreras, en representación del Ministerio de Justicia. Tuvo unas palabras de ánimo y de inspiración para hacernos ver la necesidad de trabajar por y para nuestra sociedad.
Pero Dios, que está en el control de todo, convirtió la reunión, que en un principio sonaba a fracaso, en una inspirada reunión de oración unida. Daba gusto ver a cerca del centenar de líderes de todo el espectro evangélico español orando conjuntamente, tomando el pan y el vino todos juntos, en un ambiente de armonía y amor, que a mí, que no soy muy proclive a emociones fáciles, consiguió emocionarme, en fin, poniéndonos en manos de Dios.
Hubo intervenciones de todo tipo y se oró por todos los problemas que están presentes en nuestra sociedad. La conclusión a la que se llegó es que no podemos evadirnos de nuestra propia realidad. La sociedad está necesitada de la voz profética de la Iglesia. Es hora de poner en práctica lo que nos dijo Jesús: que tenemos que ser la sal y la luz. A veces ambas cosas hacen daño: cuando hay una herida, la sal cura pero escuece, y cuando hay oscuridad, la luz ciega pero al final alumbra.
Ahí tenemos que estar nosotros, dando testimonio de nuestra fe y de nuestra manera de vivir. En los tiempos que corren no hay otra opción: la gente pasa de los discursos pero no de los ejemplos.
De todo esto se trató entre intervenciones y oraciones, además de un buen desayuno, naturalmente.
Hay que felicitar a los organizadores. Aunque la iniciativa no saliera como esperaban, fue una buena experiencia. Estábamos en un céntrico hotel de Madrid dando testimonio de que, aunque pequeña, somos una parte de nuestra sociedad y por tanto es necesario que nos tengan en cuenta.
Ahora viene la parte crítica: las mujeres éramos una minoría muy minoritaria. De casi cien, había cinco mujeres, y de estas sólo una estaba allí por su papel en el liderazgo general, como es el caso de Beni Moreno, como todas sabemos presentadora del programa de TVE Buenas Noticias. Las demás estábamos representando a nuestras organizaciones de mujeres, AGLOW y UDME, ésta última representada por mí. Como podéis daros cuenta, entre los líderes nacionales casi todo eran corbatas y trajes; es decir, hombres. Y yo sigo pensando: ¿Cómo es posible que si las mujeres somos más del cincuenta por ciento de la membresía de nuestras iglesias, en una reunión como ésta no estábamos representadas en la misma proporción? En fin, como comprenderéis, no es ánimo de poder, sólo participar y así aportar otra visión de las cosas acorde con identidad femenina, que seguro ayudaría mucho.
Todo terminó con una foto de familia en la escalinata del hotel, todos guapísimos y con la invitación para la reunión el año próximo por el organizador, el hermano Sergio Zubillaga. Así que el año que viene, más.
(publicado en NOSOTRAS 49 / 2012, página 15)